martes, 30 de noviembre de 2010

LA ESPERANZA MARCHITA

En 1960, tres días después de que Margarita Leyton cumpliera sus quince años, sus padres planearon unas vacaciones en la finca la Esperanza cerca al municipio de Belén Nariño. Margarita, al escuchar la noticia, se sintió intranquila, pues bien sabia de las historias que se contaban de fantasmas, brujas, duendes y espantos.

Margarita, a pesar de que nunca había visitado  aquella finca,  sentía con solo el nombre “la espereza” como un frió intenso descendía a través de su espalda, y  llenaba su cuerpo de una sensación escalofriante, algo desconocido para ella,  que privaba su mente llevándola un estado atonico.   

Dos días antes del viaje, Margarita recostada en su cama, sentía una sensación vacía y cruda, sus ojos, su cuerpo experimentaban una debilidad que al paso de los minutos la arrojaban a un  mundo mas allá de su propia habitación, encontrándose en un lugar oscuro y desolado.

El sueño la había tomado por sorpresa, encontrándose descalza en la penumbra de la noche; una ligera lluvia bañaba su rostro, y de repente, escucho una vos proveniente de las más profundas entrañas de la habitación. “ven a mí” le decía,  y Margarita, despertó.

En la mañana sus hermanas notaron que Margarita no se encontraba tan lucida y radiante como lo solía ser, algo le preocupaba, y le preguntaron  que le sucedía, ella temerosa y algo desconcertada les respondió, No Quiero ir a la finca, pues si voy algo de seguro sucederá, lo se porque anoche estuve ahí.

De inmediato, sus hermanas rieron, pensando que todo había sido una pesadilla, a lo cual Margarita respondió, yo estuve presente, una vos me llamaba y mi cuerpo no se podía mover, y al despertar el terror me embargaba y cuando nuevamente quise conciliar el sueño no pude, es como si me faltara algo.

Luego de un momento, unas de sus hermanas la llamo, y en voz baja y misteriosa le dijo: se lo que te pasa, cuando el miedo te llama desde el silencio mas antiguo, y la luz no tiene un nacer en la decrepitud de la noche, es la voz  de un ser ajeno, del ser que habita en la Esperanza.

Nadie lo avisto, no por ser incrédulos, lo hacen solo por negar la verdad, pero sabemos que esta ahí, el misterio sigue ahí, y baila los valses bobos, los viernes bajo la sombra de los árboles del patio, donde nuestra abuelita solía pasar la tarde sentada en la mecedora, atonica hasta el final de sus días.

Margarita y su hermana sabia que existía, por que habían escuchado a sus abuelos hablar de el, y de estos a los suyos, y desde niñas se habían acostumbrado a creer que solo eran historias, leyenda o supersticiones  que durante muchos años quedaban latentes en la memoria de los viejos e irrumpiendo en la tranquilidad.

Eran las 9:30 de la mañana, Adriana Maria La hermana de Margaria, se encontraba sentada en la cocina pero era como si su mente se transportaba hacia el pasado, cuando ella tenía quince años,  recordando con detalles   aquellos hechos que le perturbaban, y con el dedeo en el alma de que ni ella ni su hermana los volvieran a vivir.

No habrán padecimientos, ni privaciones en el viaje, decían sus padres, hasta la mañana es bella recalcaban, recordaban a sus hijas en un sentido de caridad los sentimientos que  su padre tenia por aquella casa, ya que era donde su niñez había encontrado el goce de la infancia, y hasta que salio de ella, nunca había pasado algo que le animara a huir.

Su padre, en un intento de tranquilizar a Margarita, le comentaba sobre la finca la Esperanza, una casona junto a un lago, construida en los tiempos de los abuelos de sus padres, con cercanía al bosque y que contaba con un patio grande en cuyo centro se encontraba un árbol de donde colgaba el  columpio improvisado con una llanta de auto que su padre había construido.

Les recordaba las tardes de juego, las fogatas al esconderse el sol,  las rondas de las mañanas antes de que estuviera el almuerzo, y la hamaca en la que se balaceaba durante horas, que luego fue reemplazada por  una silla mecedora que su madre había comprado en un domingo de mercado.

Aunque el padre hubiera esperado lo contrario, era un relato extraño, apático a la imaginación de Margarita, quien no concebía en su mente la imagen que su padre le transmitía, pues ese recuerdo del pasado de su padre, contrastaba con la imagen de aquel sueño que perturbaba su tranquilidad.

La Noche anterior al viaje, Margarita regresó a su casa al anochecer y se encerró en su cuarto, dispuesta a dormir sin cenar, hasta que llegase el día siguiente, pero no transcurrió mucho tiempo antes de que cayera en cuenta que algo sucedería en esa noche, ya que un frió sin origen alguno se apoderó de su habitación.

Su hermana Adriana Maria, le escuchaba moverse en el cuarto con una atormentada y enloquecedora insistencia, igual como si en ella hubiera quedado el sueño que Margarita les había relatado, y creía que se encontraba en la cruda y sórdida batalla entre un fantasma del pasado rabioso por su soledad.

En la habitación contigua, Margarita, se encontraba invadida por una inexplicable fuerza que sujetaba sus hombros y sus pies, de su voz no escapaba ninguna palabra, no porque no quisiera, si porque algo le impedía pedir ayuda, solo invocaba en su mente   

Maria, advirtió  lo que sucedía, rápidamente se levanto de su cama y corrió a la habitación continua, al abrir la puerta sintió como  una fuerza soberbia le llenaba el cuerpo de un miedo desconocido para ella,  miro hacia la cama y encontró a Margarita inmóvil, como si ella misma no se percatara de los que había sucedido.

Las dos hermanas en un abrazo de consuelo, se dieron apoyo, pues cada una conocía que  al amanecer, cuando el reloj marcara las siete de la mañana, saldrían hacia la finca la Esperanza, lugar que desde la distancia les llamaba para un encuentro que en esa noche había empezado en la habitación de Margarita.

A si en la mañana, Margarita, sus hermanas y sus padres salieron de camino a la finca, durante el viaje, no se escucho comentario alguno, se percibía tranquilidad,  solo Margarita desconfiaba de aquél instante de tregua, que cada vez se hacia mas corto, y al paso del tiempo a quejaba los pensamientos junto a sorbido sentimiento de miedo que se albergaba en lo mas profundo de su corazón.  

En un instante, Al volver su mirada en la carretera, a Margarita vio asaltada su aparentada tranquilidad, cuando observo un arco de madera dispuesto a un lado del camino, donde prendía un cartel improvisado en una lata vieja y oxidada , escrito un mensaje en letras negras y a pulso endeble las palabras que decían:  Bienvenidos, finca la Esperaza. 

Con cada instante del  recorrido  de la entrada hasta la puerta principal de la casa, el frió, la neblina que insinuaba el paso de la lluvia, el viento que bailaba con las hojas marchitas, y el pasto meciéndose en dirección al lago, daba a Margarita una  perturbadora  sensación de que la naturaleza misma comentaba su propia historia, previniendo  de los que acontecería.

En aquella noche, cuando todos se encontraban en sus habitaciones, Margarita  ante un intento de evitar dormir sola, pidió a su hermana que la acompañara, ante lo cual sus padres se negaron, advirtiendo que su miedo solo era insinuado, y lo que decía un supuesto de su imaginación.

A si, se acostó en su cama, pero evito apagar la luz, e intento conciliar el sueño, y casi en un tiempo indeterminado se vio sorprendida por una privación corporal, que le dejaba conciente de su habitación  pero inmóvil e imposibilitada para cualquier respuesta ante lo que sucedería. 
Pequeños galopes  parecían escucharse a los lejos, mucho mas de la propia habitación, de la casa, del lago del bosque, se alejaban mucho más y más, el frió en la habitación perturbaba los sentimientos y una tristeza profunda abordó a margarita, como si los hechos mas sensibles de su vida se hicieran presentes en esa noche.

Golpeaban la puerta con suaves golpes, acariciando la textura inmensurable de la vieja casa, como si una entidad extraña recordara los pasos que alguna vez se dieron, que alguna ves vivieron y recorrieron cada rincón de la Esperanza, y quisieran ser escuchadas por quienes en ese momento habitaban.

Margarita aterrorizada por lo que sucedía, elevaba una oración al cielo, casi pidiendo que un ser angelical le salvara de su instante de desgracia, pero sus plegarias no eran escuchadas,  los estrepitosos ruidos cada vez eran mucho mas fuertes,  pero Margarita parecía ser la única conciente de aquel hecho.

Adriana Maria, simplemente aguardaba en su habitación, esperando que algo sucediera, ya que desconocía que su hermana era perturbada por una extraña entidad, en un instante un sentimiento de culpa la acongojaba, se levantó de su cama y se acercó a la habitación de Margarita, y justo antes abrir la puerta escuchó un grito que agitó sus sentidos sin darle tiempo de atender al llamado de su hermana.

Toda la familia acudió en el momento, encontrando  a Margarita sujetando sus sabanas y llorando en forma desconsolada, la habitación no es la misma predijo una de sus hermanas, pues un intenso frió sacudía sus cuerpos, la sensación de tristeza absoluta se apodero de la habitación como si por ella misma recordara un tiempo de llanto, de desconsuelo que quisiera expresar a sus nuevos inquilinos. 

En la mañana no había respuestas,  las palabras no eran suficientes o concretas para  explicar a Margarita lo que sucedía, mientras una de las amas de llaves observaba las expresiones de  desconcierto de la familia,  la cual advirtió, No es la casa quien invade y perturba  su tranquilidad,  es un ser no de este mundo, no de este tiempo, quien busca la compañía olvidada en los recuerdos vástagos de esta casa vieja, la que un día fue su hogar, la de su familia.

Margarita, presto atención a los que decía la ama de llaves, y busco una explicación mas concreta a los hechos, preguntando, algo me sucedió anoche, pero lo que fue anoche creo que también me visito en mi casa, muy lejos de aquí.

La ama de llaves simplemente dijo: siempre a sucedido, el fantasma viaja, conoce a sus siguientes vecinos, no busca hacerte daño, simplemente es la única forma de poder comunicarse con los de este mundo, y busca la ayuda para encontrase con los suyos, los de sus tiempo cuando fue feliz.

Luego de estas palabras, Margarita sintió que la tranquilidad regresaba a su cuerpo,  como si las palabras de quella mujer le hubieran transmito las respuestas que ella necesitaba y a si supo que era lo que debía hacer, ya no sintió miedo. 

La noche nuevamente cobijaba la antigua casa, Margarita aguardaba en su cuarto, en la espera de que sucediera lo que ella ya conocía, concilio el sueño, y como si los minutos no transcurrieran su cuerpo sintió que no estaba sola, su habitación, al contrario de la noche anterior no era fría, se sentía una tranquilidad, de repente margarita se encontró en su habitación, pero no en la de  este mundo real.  

Personas vestidas con trajes no de su época atravesaban los pasajes de la casa, niños corriendo en el patio, mujeres prendiendo las estufas a carbón en la cocina, y una vida absoluta inundaba la Esperanza.

De repente en ese sueño creado, Margarita se sorprendió al ver a un hombre de Tes. gruesa, barba abúndate, ojos claros y voz fuerte pero calida que le decía,  esta fue alguna vez mi casa, esta es mi familia, mi hogar, pero ahora me encuentro perdido.
Margarita, como si en su propio sueño respondiera ante las palabras no dio vislumbro de temor, solamente respondió: como te puedo ayudar. A lo cual aquel hombre respondió, solo hora por mi, a si encontrare el camino.

De inmediato Margarita despertó, no sentía miedo, y al instante se levanto de su cama, busco en su mesita noche y saco una vela blanca, la cual predio para hace runa oración por aquel hombre, lo hizo con el fervor que su alma noble y humilde representaba.

A si, respondió ante la petición de aquel hombre de sus sueños,  lo hizo por nueve días, esperando que como a los muertos las puertas del cielo se mantuvieran abiertas para que los seres celestiales bendijeran su entrada a la paz del señor Dios.

Desde ese instante la casa tomo una nueva vida, como si la tristeza que en un momento residía en ella se hubiera despedido al vaivén del tiempo, las plantas y  las flores  nuevamente crecían con la belleza que un día existió,  y la Esperanza volvió a ser la casona vieja que a pesar de sus años acogía a las familias, como siempre fue y habría de serlo.  

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